El mito de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, también llamada Orden de los Caballeros Templarios u Orden del Temple, abarca muchas interrogantes y aspectos no del todo conocidos. Uno de ellos es la existencia de las mujeres templarias como miembros habituales entre sus filas.
Esta orden fue oficialmente instituida en el año 1129, cuando se celebró el Concilio de Troyes que tuvo lugar en la catedral de la ciudad homónima. Estaba originalmente constituida por monjes guerreros, cuya función era cuidar y proteger a los peregrinos que iban en camino a Tierra Santa.
Creció rápidamente y se consagró la vestimenta conformada por un manto blanco con la cruz paté roja sobre el hombro izquierdo, como símbolo de la sangre derramada por Cristo. Alcanzaron gran prestigio y poder y fue una de las instituciones que envió los combatientes mejor entrenados a las cruzadas.
¿Existieron las mujeres templarias?
Antecedentes históricos
La existencia de mujeres guerreras no es especialmente singular en la historia, ya que aconteció en varias épocas y civilizaciones. El honor de luchar en el campo de batalla era compartido por igual entre los hombres y las mujeres egipcios, druidas y griegos.
Por ello, no resulta demasiado sorprendente que entre las filas de los monjes guerreros del Temple se encontraran las que fueron llamadas Damas Templarias, en contraposición al título de Caballeros que llevaban los monjes, aunque en realidad se dedicaron a otras actividades, participando poco en las cruzadas o en los hechos de guerra de otra índole.
Las mujeres templarias
Dejadas atrás por los combatientes, pero no menos activas, existían en varios países de Europa personas que pertenecían a la orden y se ocupaban en varios tipos de actividades. Entre ellas estuvo la creación de mecanismos financieros que fueron el embrión de los actuales bancos y la construcción de fortalezas. La orden se extendió por países como España, Irlanda, Inglaterra, Polonia, Francia, Hungría, Portugal y Escocia. En algunos de ellos, como España, a las damas les era más fácil el acceso a la orden por poder disponer libremente de sus bienes para hacer una donación inicial.
Las mujeres templarias eran admitidas entre las filas de la orden en calidad de monjas o asociadas. Vivían agrupadas en instalaciones que estaban separadas de las que los hombres habitaban, ubicadas en conventos, castillos y fortalezas. La regla para los Caballeros Templarios era muy estricta, basada en la observada por los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. Tanto, que hasta un beso dado en señal de saludo a un familiar podría ser motivo de expulsión.
Las Damas Templarias se encargaban de tareas como cuidar enfermos, confeccionar ropas para los guerreros, lavar ropa, cocinar y cuidar las encomiendas, con sus ganados y sembradíos. También se ocupaban de conseguir donaciones. Para ello influían en las personas poderosas para que hicieran colaboraciones destinadas a sostener la orden.
Personajes destacados
Entre las mujeres templarias destacaron algunas que han dejado su nombre para la historia. Has de conocer, por ejemplo, la intervención de estas señoras en la batalla de las Navas de Tolosa y, aquí sí, empuñando las armas. El cronista Ibn Abi Zar comentó que los cruzados fueron estimulados a luchar con más brío al ver las hazañas que protagonizaron estas mujeres de la orden.
Particularmente señalada por la historia está la abadesa de Camaldules de Saint-Michel del Ermo, la madre Inés, quien ingresó en la orden junto con toda la agrupación de monjas a su cargo. La viuda del noble Ricardo de Chaldefelde de Inglaterra, profesó votos como Dama Templaria ante el Archidiácono de Wilshire. Una dama de Rosellón entregó el feudo en Villamolaque, de su propiedad, para que le permitieran ingresar a la orden. Azalais, tal era su nombre, para ello contó con la aprobación de sus dos hijos.
Fin de la Orden del Temple
Felipe V, rey de Francia, comenzó a recelar de la orden al escuchar ciertas intrigas que se rumoreaban en su contra, como la que aseguraba que los aspirantes eran sometidos a una ceremonia de iniciación poco ortodoxa. Aunado a esto, el rey debía dinero a la orden. Finalmente, se vio impulsado a pedir al papa Clemente V que la disolviera, lo que sucedió en el año 1312.
Las mujeres templarias han quedado registradas en la historia como un ejemplo de dedicación, fe y fortaleza. Aplicaron sus artes en las labores más humildes pero también supieron desempeñarse como emisarias y, llegado el momento, empuñaron las armas con más fiereza que los mismos monjes guerreros de la orden.