¿Conoces la leyenda del Sol y la Luna? Es un mito lleno de enseñanzas sobre el poder del amor y la bondad de Dios, quien a veces obvia sus propias leyes para ello. Parece un cuento de niños, pero desborda pasión, añoranza y romanticismo, por lo que creemos que te gustará. Tiene algunas raíces bíblicas, concretamente se ubica en el episodio de la Creación, en el libro del Génesis, el primero del Pentateuco.
La leyenda del Sol y la Luna
Qué enseña el libro
Este libro te enseña que el día uno, Dios creó la luz y la separó de la oscuridad. Después, en días sucesivos, separó las aguas, el cielo y el mar. El día cuatro fue el momento más dramático del proceso creativo. Dios decidió adornar con la luz de los astros lo que había ya emanado de su verbo. Designó a la Luna para ser la luminaria de la noche oscura, con su aliento de plata y sus diferentes fases. Al Sol le encomendó dar calor y luz a los días y le dio el poder de estimular el crecimiento de las plantas y la vida de los animales, que pasaron a depender de él.
Sin embargo, el Sol y la Luna ya existían y se conocían, pues entre ellos había nacido mucho antes un apasionado romance. La llegada de la Creación y los designios de Dios los separaron para siempre. Uno estaba preso en los días y la otra, confinada en las noches. Seguían cursos alternos a través del firmamento y no podían encontrarse.
Para consolarlos, Dios concedió al Sol el título de Astro Rey, pero esto no resolvió el problema. No amainaba la tristeza de la Luna, quien cruzaba sola el cielo nocturno, sin nadie con quien hablar, sin nadie a quien amar. El Sol sufría en igual medida por la separación que había generado la Creación.
Dios les explicó que con su decisión quería dar más belleza a las noches, gracias a la presencia pálida y femenina de la Luna. Mientras, el Sol daría vida y alegría a los seres vivos, animales, plantas y hombres. Esto tampoco consoló a los amantes distanciados.
El sufrimiento de ambos era de tal magnitud que Dios decidió entonces crear las estrellas, para que al menos la Luna no estuviera tan sola. Millones de cuerpos celestes, de diferente color, brillo y tamaño, poblaron la esfera celeste. Ni un solo rincón quedó vacío o sin luz. La Luna seguía siendo, sin embargo, la más poderosa fuente de iluminación y el más bello de los astros. Pero en cada una de sus cuatro fases seguía triste y sola, mirando el titilar de las estrellas, que solo le recordaba el del Sol. La acción compasiva de Dios había, si cabe, hecho más profunda su tristeza.
El eclipse
De haber seguido así las cosas, la leyenda del Sol y la Luna no habría sido tan bella como lo es hoy. Dios comprendió que su decisión había separado para siempre a los amantes, pero no quería deshacer lo ya establecido. Por ello, discurrió una solución, que fue el eclipse. En ciertos momentos y durante algunas horas, a la Luna y al Sol les fue concedida la gracia de encontrarse.
Habrás visto seguramente que cuando hay un eclipse se despliegan fenómenos de gran belleza, cuando uno de los cuerpos celestes cubre al otro. Hay arcos de luz, colores nuevos y un gran brillo que refulge como el oro. Es la felicidad del Sol y también la de la Luna, que por fin pueden amarse y ya no están separados. Es tal el resplandor, que debes cuidar tus ojos y no mirar directamente el evento sideral.
La leyenda del Sol y la Luna es también el origen de algunos mitos clásicos o populares. En México se celebra el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato. En él, hay un baile donde hombres y mujeres, vestidos respectivamente de soles y lunas, se encuentran para bailar y conmemorar así esta leyenda.
Contaban los griegos que Afrodita, un día, observó el intenso y profundo amor que se prodigaban una pareja de amantes muy jóvenes. Bajó a la Tierra e intentó, con su deslumbrante belleza, seducir al joven. Este, viéndose en un dilema, optó por explicar a la diosa sus sentimientos. Aceptó que su hermosura no tenía parangón, pero también le habló de los anhelos de su corazón, que ya había escogido a otra mujer.
La diosa, desairada y furiosa, convirtió a los amantes en el Sol y la Luna, para que jamás volvieran a encontrarse. Empero, Zeus, más poderoso, había observado todo y encontró una solución. Concedió a los amantes los eclipses, para que ocasionalmente pudieran fundir sus corazones en un abrazo de gran esplendor.
La leyenda del Sol y la Luna, cierta o no, es muy hermosa, pues representa la inmortalidad del amor apasionado. También te habla del gran poder de la compasión, especialmente cuando toca el corazón de los poderosos.
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